Por aquí han pasado bereberes, árabes, almorávides, almohades… Marruecos como tal nace en 1666, cuando la dinastía alauita unió bajo su mando diversos reinos hasta entonces divididos. En el siglo XIX fue colonizado por Francia y España, pero se independizó en 1956. Rabat se anexionó el Sáhara Occidental en 1975.
La historia del país es la de una familia real que por siglos lo ha gobernado como si fuera su cortijo. Es la única corona superviviente del Magreb y lo es gracias a su gran capacidad de adaptación. Pasó de monarquía absolutista a parlamentaria y últimamente ha abierto bastante la mano en cuanto a las libertades y derechos civiles.
La Familia Real alauita controla todos los negocios allí. Marruecos es como una empresa y el rey su propietario. Para distraer a la gente de su atraso y su miseria, a menudo se apela al sueño expansionista de un Gran Marruecos que incluiría no sólo el Sáhara Occidental, sino también las Islas Canarias, Mauritania, Ceuta y Melilla.
Es un estado situado en el Magreb, bañado por el Mediterráneo y por el Atlántico, y una de las naciones más bellas y modernas de toda África. Pese a ello, hay gran pobreza y corrupción y oleadas de marroquíes emigran a España y Francia buscando una vida mejor. La economía es eminentemente artesanal, pesquera y agrícola.
En esta patria predomina la cultura árabe. En el pasado hubo un intento de arabizar a los bereberes -los pieles roja del Magreb- y borrar su identidad, pero fue infructuoso. Desde su independencia, Marruecos vive un florecimiento de la cultura propia y mantiene una gran rivalidad política con sus vecinos, Sáhara y Argelia.
El árabe clásico y el bereber son oficiales, el francés se usa en la enseñanza y mucha gente domina también el español. Hay una poliglosia en la que el árabe clásico y el francés son lenguas de primera y el árabe popular y el bereber de segunda. El islam llegó a la región en 682 y el 98% de este pueblo es musulmán suní.
